Patrona de México y de toda América Latina, es una advocación de la santísima virgen que debe su nombre al lugar donde se apareció en tierras mexicanas por allá en aquellos tiempos en que reinaban los españoles sobre las tribus indígenas y los pobladores de Norteamérica y América central, cuenta la historia que, nuestra señora se presentó al indio bautizado como Juan Diego, para que este se encargara de darles un mensaje, una orden del cielo a los clérigos y políticos españoles asentados en el nuevo continente.
La historia
En primera instancia, Juan Diego se negó a cumplir lo que la Virgen de Guadalupe le pedía, por temor a que los españoles le hicieran daño a él o a los suyos, pero no fue escuchado, fue tildado de mentiroso y este vuelve al lugar de encuentro con la hermosa señora, a quien le pide pruebas que mostrarles a los destinatarios. Al creer que no recibía más que ordenes, decide no continuar con la encomienda e irse a las montañas, lejos del pueblo y de los problemas que aquejaban a todos los creyentes. Pero María insistió y se presentó en su choza, donde además estaban familiares suyos, en medio de un arrebato de ira, trato de atrapar esa imagen flotante y brillante que aun con toda su luz, podía verse claramente, pero no le fue posible, aunque el sí apretó su mano y mientras la virgen desaparecía, el decía que la tenía agarrada en su mano. Para sorpresa suya, abrió el puño y en la palma tenía la reliquia sagrada que hoy todavía se guarda en México, con la imagen de la Virgen de Guadalupe.
El milagro
Para convencer entonces a los sacerdotes españoles, María cita a Juan Diego en un prado cercano, le manda a recoger flores en su vestido y a llevárselas a los clérigos, lo que no sabía Juan Diego es que la Virgen de Guadalupe quedaría estampada sin explicación alguna, resplandeciente y colorida en sus ropajes, cuando este les dejo caer las flores a los pies de los sacerdotes.